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La caída en el llano

Miguel Ángel López Moreno, Milan

Recuerdo que en el llano dejaron dos montículos que sostenían sendos palos de la luz. Sólo tenían ese objeto, mantener los palos y los cables. Eran como dos mesetas muy escarpadas, pero la superficie era útil… Y recuerdo que nos había dado entonces por construir espadas de madera. A algunos niños, privilegiados ellos, se las traían sus padres del trabajo, y eran unas espadas preciosas, torneadas y bien rematadas. Otros nos teníamos que conformar con dos trozos de madera. Uno largo y otro corto que clavábamos como podíamos con clavos de fortuna para señalar la empuñadura.

Y recuerdo que se hacían peleas con estas espadas encima de esos montículos de pendiente muy escarpada… hasta que se cayó rodando uno de nosotros. ¿Sabéis quien se cayó y anduvo desollado y lloroso toda la tarde? Sí. El mismísimo Maestro Carracao.

¿Te acuerdas de eso? ¡Eh!, GigaDeRam, ¿te acuerdas?


Esa caída no la recuerdo.

En terrones descubrieron una bóveda, con motivo de unas excavaciones, para construir los pisos de la Térmica (allí vivió Mateo Porto). Recuerdo que esa bóveda, estaba inundada de agua, era algo parecida a las catacumbas. Jugábamos, subiendo por el terraplén que produjeron los movimientos de tierra y las máquinas y al tirarnos desde arriba, para bajarlo, me golpeé la espalda y quedé sin habla (a mi me pareció un mundo) supongo que sería sólo unos segundos, pero lo pasé mal, ese recuerdo lo tengo grabado a fuego. ¿No sería ese ?

Pepe Carracao

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