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El barrio ‘Las Latas’

Amador Guzmán

…los niños de Villajovita era muy bravos y los territorios a conquistar eran inmensos. Hubo una batalla épica, en la que el enemigo se había crecido mucho porque era poseedor de nuevos artilugios: los niños del Barrio Las Latas habían encontrado unos flejes metálicos que -digo yo- envolverían grandes bultos y fueron tirados en la playa, en lo que sería el supermercado Dia, antes de arrancar el largo brazo del muelle La Puntilla.

Aparecieron, en pequeños grupos, por la playa «de nadie» o, sea, detrás de «el nido» (de ametralladoras) que había en la carretera de servicio del JOP, más allá de la escuela de Pepita Basurco y mi casa. Yo sería un renacuajo de 5 años, pero mi hermano Jose Manuel tenía 11 o 12 junto a los otros como los «gregorios basurco, el hermano de Guillermo, dos o tres de «los bombos« [1]  constituían el «grueso» de nuestras huestes. Un día se hizo una incursión en territorio enemigo para abastecernos de material. Sigilosamente, agachados, fuimos…fueron, porque yo era tan pequeño que me podían apresar, así que yo me quedé detrás del nido, tumbado entre las piedras de la playa, enfrente de la isla, como había visto hacer a los cuatreros de las películas de Gary Cooper en el cine Rex. Mi respiración entrecortada, el corazón se me salía, tardaban mucho. Hasta… que aparecieron en lontananza, corriendo, en las manos muchos flejes que relucían al sol. ¡Como brillaban nuestros cascos, las corazas, que bizarros íbamos! Bueno por partes: a mí me dejaron las sobras, así que no tenía ni para un triste correaje. Pero los otros… iban majestuosos. ¿Como se fabricarían aquellos cascos? Si, como el de Asterix, pero sin cuernos. Y cruzando sus cuerpos unas tiras, que de coraza nada, pero como tampoco eran tiarrones, pues unos cuantos cubrían sus cuerpos. Las espadas, de madera, claro.

¿Ah, que no os había dicho que, además de las piedras, se utilizaban espadas de madera? Si, claro de la mejor madera toledana; bueno, toledana no sé si era la de mi hermano pero del cuartel de mi padre sí que era. Llegado el gran día, nuestros guerreros estaban concentrados en la playa, enfrente de mi casa, en consejo, resguardos de las miradas de los mayores porque estábamos a cubierto detrás de las casetas de madera donde se guardaban las redes de los barcos de los Basurco. Se inició la marcha al encuentro del enemigo, que se veía a lo lejos (o sea, en la playa, debajo del montículo donde vivían los abuelos de Pepito y Mª Carmen Godino Tondo, que -por cierto- me encantaba acompañar a mis padres a visitarlos por que nos obsequiaban con unas copitas de vino dulce o mistela, que quitaban el sentido). Vuelvo al relato…se inicia la marcha, se disparan los primeros proyectiles con «lastiqueras»… hasta que… ¡che! allí que sale mi madre, otras madres y… no se fraguó una linda hoja de la historia de la barriada por la intervención de los mayores. ¡Jo, siempre los mayores!


 

[1] (Se buscaban la vida en todo: en la feria, vendiendo gorritos de legionario u otro tipo, confeccionados con cartulina; bastoncitos a lo charlot; globos; matasuegras; un sinfín de ingenios que se colocaban en unos listones de maderas para su exhibición. Ellos vivían enfrente de la parada, por detrás de las casitas, en la que vivían los Lesmes)

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